El
pelo de Ana Paola le llegaba hasta la cintura, pero dice que prefiere
ofrendarlo en lugar de ver a don Jesús sufrir. Esta es su conmovedora historia.
Los
actos de bondad valen más cuando salen del corazón. Y no es necesario tener los
bolsillos repletos de dinero para demostrarle a alguien que es importante para
nosotros; esa es la lección que deja Ana Paola, una jovencita de 16 años que
vendió su cabellera para poder comprarle oxígeno asistido a su abuelo, que
tiene coronavirus.
Ana
Paola, que vive en Mexico, tardó 2 años para que su largo cabello llegara
por debajo de la cintura. Dice que es la parte que más le gusta de ella y
que la cuidaba con tratamientos. Además, que pasaba horas en el espejo
haciéndose cualquier peinado que veía en Youtube, afirmó a milenio.
Desafortunadamente,
el coronavirus llegó a su familia. De hecho, ella está infectada, junto a otros
nueve familiares, pero quien ha sufrido las más duras consecuencias ha
sido su abuelo Jesús, de 68 años, que necesita oxígeno.
El
dinero no abunda en su familia, por lo que han juntado hasta el último peso
para poder costear el tratamiento. Ella solamente estudia, así que la única
oportunidad que vio fue vender su cabellera.
"Prefiero
perder mi cabello que perder a mi abuelito"
No
fue una decisión fácil. Eran 73 centímetros de pelo que llevaba meses cuidando,
pero la situación ameritaba un sacrificio tan grande como el amor por el abuelo
Jesús.
La
familia de Ana Paola ha gastado el equivalente a unos 2.000 dólares en
medicamentos. Ella logró aportar unos 136 dólares, pero los gastos siguen corriendo
y el oxígeno sigue siendo una urgencia, le contó al medio local.
"Prefiero perder mi cabello que perder a mi abuelito"
Mientras
la familia se recupera del COVID-19, esta adolescente recibe mensajes de apoyo
por su altruismo. Acepta que se siente “rara”; “soy como un pollo
desplumado”, afirma.
Pero
más que rara es un ser extraordinario y mientras su cabello crece espera que
don Jesús se recupere. Ella lo describe como un hombre al que le gusta mucho
bailar, aunque acepta que por pena no le seguía el paso.
Si
la vida le da la oportunidad de salir victorioso de esta mortal
enfermedad “ahora sí voy a salir a bailar con él”, concluye.